A través de este lente, celebramos la belleza de lo antiguo, una danza entre el pasado y el presente, donde cada coche cuenta su propia historia, y nosotros, humildes observadores, nos perdemos en su encanto.
En la suave penumbra del blanco y negro, donde el tiempo se detiene y la nostalgia florece, los coches clásicos emergen como leyendas, cada línea y curva, un verso en la poesía del motor. Intento que cada fotografía no capture solo metal y pintura, sino el latido de una época, donde el arte de conducir era un romance, y cada viaje, una aventura en el horizonte. Las sombras juegan en su carrocería, desdibujando el presente, invitándonos a soñar.
He aquí por ejemplo, el Citroën 11 de 1934, con su elegancia intemporal y su historia que susurra, un testigo de eras pasadas, un eco de sueños que aún recorren las calles.
